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Yo andaba entre la sombra,
cuando como un fulgor llegaste tú; de pronto,
con el último amor.
Pero bastó un efluvio de antiguas primaveras
para reconocerte, para saber quién eras.
Y eras la misteriosa mujer desconocida
que entristeció de un sueño lo mejor de mi vida;
la de las tardes grises y los claros de luna,
la que busqué entre tantas y no encontré en ninguna.
Y hoy tal vez como un premio, tal vez como un castigo,
lo mejor de mi vida será morir contigo.
He pensado esta noche, sintiéndote tan mía
que así como llegaste, pudieras irte un día.
Lo he pensado eso es todo, pero si sucediera,
dejaré que te vayas sin un adiós siquiera.
Y cuando te hayas ido -yo que nunca me quejo-,
me vestiré de luto y aprenderé a ser viejo.
Pero si me muriera sin poder olvidarte
y después de la muerte se llega a alguna parte;
preguntaré si hay sitio, para mí, junto a ti.
Y Dios, seguramente, responderá que sí.
Ana Sanchez May 28
Día uno, un día.
Primero lo haces,
luego lo cuentas.
Nadie hará tanto por ti
como tú.

Lo tuyo te encuentra;
todo ya es,
antes de ser.

Pero el que no se decide
ve lo que pasa.
Y eso me hace pensar en
Amélie (2001).

Por eso,
todo lo que tienes en el corazón
debe ser manifestado
antes de que sea tarde.

Ella quería que algo sucediera,
algo, cualquier cosa.

Pero una escena que nos encantaría
es cosa de dos.
Solamente se vive una vez.

Hay que saber
que la vida nos deja vivir
sin arrepentimientos.

Gozar la escena
que nos encantaría vivir.

Día uno.
Un día inolvidable.

— The End —