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Y a última hora no quedaba nada:
ni siquiera las hojas de los árboles
-acacias-, ni el viento de la tarde,
ni la alegría, ni la desesperanza.
La caricia que pudo haber rozado
aquella piel, no se produjo porque
aquella piel no era la tuya,
ni los ojos
que me miraban eran
tus ojos, ni el deseo
-que en otro tiempo hubiera sido
suficientetenía
sentido, desviado
del cauce de ti misma.

A última hora había pasado un día,
y al sentirlo hecho sombra, y polvo, y nada,
comprendí que la luz que había llenado
sus horas,
y todas las palabras
que ocuparon mi boca, y los gestos
de mis manos,
y la fatalidad de mis designios,
y las calles que anduve paso a paso,
y el vino que bebí, y la alegría
de saber que existías en el mismo
instante,
no eran sólo el fracaso repetido
del Día del Señor, sino que eran
un día más sin ti:
comprendí con dolor que jamás, nunca
para mí habría domingos ni esperanza
fuera de tu mirada y tu sonrisa,
lejos de tu presencia tibia y clara.
Glotona por las moras tempraneras,
Es noche cuando torno a la alquería,
Cansada de ambular, durante el día,
Por la selva en procura de moreras.

Radiante, satisfecha y despeinada,
Con un gajo de aromo en la cabeza,
Parezco una morena satiresa
Por la senda de acacias extraviada.

Mas me asalta el temor ardiente y vivo
De que me sigue un fauno en la penumbra,
Tan cerca que mi oído ya columbra
El eco de su paso fugitivo.

Y huyo corriendo, palpitante y loca
De miedo, pues tan próximo parece,
Que mi gajo de aromos se extremece
Rozado por las barbas de su boca.
LynMyst Aug 24
Recuerdos del ocaso.
Muriendo estoy
Quedan cenizas del fuego en tu mirada; ansiosa estoy porque vuelva a arder... por volver a esos atardeceres en los que te veía tocar la guitarra con pasión, ese sentimiento en el corazón que latía por los dos.

Agradezco el momento de haber rozado tus labios, sentir su suavidad y poder percibir el sabor de la bebida que estábamos disfrutando. Tus manos en mi cintura, rodeándome con tu calor y amor... Jamás has dejado que vuelva a sentir el frío por las mañanas, y procuras cubrirme con tu manto para evitar la sensación de nostalgia y abandono.

Entre toda esa neblina, me encontraste con tus sentidos:
me abrazaste con tu tacto,
olfateaste mi memoria,
observaste mis heridas,
saboreaste mis deseos
y escuchaste mis penas...

Y aún con todo ello, decidiste sostener con ambas manos mi alma, y besarla con solo tu mirada.
LynMyst

— The End —