Cuando la ciudad
aún duerme,
y la luna siempre
despierta,
va dando paso a luz
de un nuevo día...
Reflejo eterno.
Existen muchas
formas de entender,
percibir y sentir el amor.
Pero, más allá del yo
y de la mente,
solo una es total,
completa;
como un halo de luz,
sobre un camino sin barreras
físicas ni mentales.
Aquella que se
manifiesta en
armonía, respeto,
libertad y equilibrio.
En un sendero mutuo,
igualitario,
constructivo e inalterable;
un vínculo de sintonía
donde el amor es
reciprocidad.
Hasta donde se funde
el horizonte con el
infinito, donde el tiempo
se diluye y las
vidas se entrelazan
una y otra vez...
en un gesto genuino,
donde dar es prioridad.
Con un único
principio y un solo final:
amar, porque es luz.
Entregar profundidad
y claridad: dar,
porque es
presencia viva,
despierta, consciente...
y en un reflejo eterno,
universal.