De tan lejano alcance,
tan agridulces recuerdos.
Recuerdos que me disparan
como ebrios mercenarios,
provocando vértigo a mi corazón.
Me esclavizan y me torturan,
como un látigo en mi espalda.
Borré las huellas de mi pasado,
para no caminar otra vez
con los pies descalzos,
por los mismos senderos espinosos
que dejaron dolientes cicatrices.
Lancé una moneda al aire
y jugué a la ruleta rusa
con tus recuerdos,
como si encontrara alivio en ello.
Suspiré tantas veces que sentí fatiga.
Fatiga dentro de mi pecho insípido.
Me sentí como un siervo herido
huyendo del cazador mortal.
Te niego frente a otras personas
para sentirme más fuerte.
Pero el fantasma de tus memorias
me persigue indómito.
Más te extraño
cuando mis manos alcanzan
las metas trazadas.
En las noches el vacío me consume,
como si ya no tuviera vida
desde aquel día en que me fui de ti.
Pero nada me quita el sueño,
porque no he vuelto a soñar.