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Natalia Rivera Sep 2015
Esta es la inexplicable historia
De un pintor y una poeta
Que aprendían a ser uno
Cada vez que la luna tocaba el mar.

Ella veía la magia del mundo.
Con su innato talento de crear,
Le enseño que para amar
Debía ver más allá de sus ojos.

Él veía un mundo estructurado.
Con manos de artista,
Le mostro que para cada caricia
Debía existir un orden.

Ella escuchaba risas en las olas
Llantos en el viento, y en las noches
Se sentaba con luz de luna
A escribirle versos morados.

El escuchaba tambores a lo lejos
Murmullo en el silencio, y en las noches
Le pintaba con luz de luna
Los mundos que había visto.

Ella vivía por la tierra y el mar.
Era una ninfa.
Él vivía en aire y ciudad.
Era el protagonista de su vida.
Ella lo amaba.
Amaba su inteligencia y
La fuerza con la se movía.
Ella le pidió que se quedara.

Él la amaba.
Amaba su sonrisa y su libertad,
Su mente descarrilada.
Él le dijo que se quedaría de por vida.

Esta es la inexplicable historia
De un pintor y una poeta
Que aprendían a ser uno
Cada vez que la luna tocaba el mar.
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.Pero en vano es luchar, que no hay cifra
capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.
Leydis Jun 2017
El pidió un poema
pero se le escapo decirme que no sabe leer.
Así fue comenzando esta novela,
donde todos los días,
le deje un poema junto a su café.


Me esmere como me esforcé,
a escribirle versos como Manzanero.

En denotarle toda la belleza humana
transformada en palabras que sonaban como un Milanes.
Palabras que le afirmaban cuanto lo quería
como me sentía cuando
me tocaba con sus manos ásperas,
pero que en mi piel,
eran suave y pegajosa como la miel.
Que él fue un enigma que yo descifraba
en uno que otro beso se desmantelaban toda
esa pureza que solo en una sumisa y completa entrega se puede obtener.


Y así entre mil palabras,
fui creando rimas, versos, y una que otra poesía,
que yo le dejaba junto a su café.

Él nunca las leía
ya que del amor el nada sabía…..


El pobre no sabía leer. 


LeydisProse
1/20/17
Yorlan Aug 11
Se esparce el manto nocturno
y mi mente no encuentra paz.
Atesoro recuerdos bandidos,
que se quedaron sin permiso
escondidos bajo mi colchón.

Hace 182 noches que mi cama la extraña.
Ya no encuentra su voz reclamando
la estampida de mis placeres carnales.
Se perdió su olor en la almohada,
esa que escondió sus gemidos
durante tantos momentos de gloria.

El cruel verano suda mi frente
en esta noche tan larga.
Aún más larga sin ella.

El aire se escurre por la ventana,
cálido como lo fue su sonrisa.

Hace 182 días mi boca la extraña,
y mis manos la buscan al pasear,
andando con pasos perezosos,
para que sus recuerdos no se resaguen.

Sus ojos verdes aún viven en mi cabeza,
en un lugar muy especial que guardé,
junto a memorias de su tanga favorita.

Los días parecen inmensos.
Aún más inmensos sin ella.

Sé que ya no es mía, ni de mi boca.
Ya no duerme entre mis brazos.
Pero el fuego aún enciende nuestros deseos.

Ella ya no es mía ni de mi boca,
como lo fue en aquellos años de cristal.
Quizás nunca vuelva a leer mis poemas,
y el consuelo de escribirle sea
lo único que esté a salvo entre nosotros,
pero el fuego aún enciende nuestros deseos.
No creo que sea dejar ir,
pero tampoco quedarse,
como dar algo que no tienes,
pero ¿cómo no darlo todo?

¿Qué forma le das al tiempo,
esa geometría que encaje contigo
pero sin llegar al egoísmo
o al olvido exterior?

Encontrar alguna señal o sinfonía
entre los enredos de una lengua
que al final no quiere hablar
o tratar de enredárnosla para remisir.

Pero al percibir esa conexión jamás tactada,
que te hace darte sentir
como si vives realmente por primera vez,
como si sintieras que vives otra vez

Tampoco es dejar ir
si regué todo este campo con mi sudor,
tanto que, si me voy,
por más que el suelo grite que es mío,
el cielo refleje mis ojos
y la brisa empape mi aroma,
si alguien más está aquí cuando no esté ni mi sombra,
al final nunca fue mío.

Por más camino y por más verde,
nunca fue mío.
Lo florecí, yo lo regué de mí,
pero antes de mí ya estaba.
Ya había brisa, ya había cielo
y ya había tierra.

Quedarse…
pero las brasas del sol adhieren mi piel al suelo.
Por más lunas, nuble o llueva,
siempre regresa al amanecer.
Siempre llega el día a derretir mi reloj
que marca mi horario.

¿Qué geometría le pondré ahora al tiempo?
¿Qué tenía que vestir?
¿Quién soy yo?

Soy de este verde,
este cielo con mis pupilas
y esta brisa de mí…
pero ¿quién soy yo ahora?
¿Quién era yo antes de sudar esto
hasta que germinara,
antes de que mi piel se adheriera al suelo?

Irme,
pero sin mi piel,
sin mis ojos,
dejar el viento que refrescaba mis noches,
sin mi aroma,
pero sin tener que esperar
a que los vapores llegaran
a tapar el sol.

Pero bueno…
¿Entender a la lengua
o tratar de enredármela yo?
¿La lengua quiere que la entienda?

— The End —