Se quejan,
y ni después de ser víctimas
del asesino más cruel
dejan su egoísmo,
su victimización.
Solo saben quejarse;
quejarse de todo,
quejarse de la falta,
quejarse del amor.
Se quejan,
mientras todo lo que anhelamos
nos espera a la derecha
o nos grita silenciosamente a la izquierda.
Pero por egoísmo,
por mantener la cabeza recta, en alto,
somos victimarios.
Indiferentes.
Indiferentes a nuestra salvación,
a la salvación de alguien más.
Alguien que quizás no se victimiza,
pero que, por seguir recto,
se victimizará.