Un látigo cae en mi espalda. Cada golpe es una llaga. Con cada llaga grito, y con cada grito mi alma llora en desesperación.
Un látigo cae en mi espalda. La sangre resbala y se escurre como lo hicieron sus manos, cuando se encendía su pasión venérea.
Un látigo cae en mi espalda para que no olvide los errores que cometí, quizás por humano, y ahora no puedo enmendar. Atormentándome afanosamente mientras exista un brillo de ilusión o atisbo de deseo por reencontrarla.
Un látigo cae en mi espalda. Me esclavizan mis recuerdos, y me tortura el vacío que dejaron sus bizarras huellas.