Dicen que el amor se oxida,
que envejece como los puentes
y que un día deja de doler…
como si fuera olvido,
y no raíz.
Pero hay amores que no entienden de tiempo,
que nacen una vez y no mueren jamás,
que duermen en el pecho como un secreto tibio,
y despiertan cada vez
que esa persona sonríe, aunque sea en la distancia.
Hay un amor que no necesita promesas,
porque ya es certeza.
No exige, no aprieta, no encadena.
Solo está.
Como el sol que sale incluso en los días grises.
Ese amor no vive en las películas,
vive en los silencios compartidos,
en el mensaje que llega justo cuando el alma lo necesita,
en la forma en que dos corazones se entienden
aunque el mundo los vea como extraños.
El amor verdadero es rebelde.
No se rinde ante el orgullo,
no se va por orgullo,
y si alguna vez se aleja…
es solo para aprender a volver
con más fuerza, con más verdad.
Y aunque muchos se burlen,
aunque lo disfracen de ilusión infantil,
los que lo han sentido lo saben:
hay miradas que sanan,
abrazos que reconstruyen,
y presencias que bastan
para hacer del mundo un lugar más habitable.
Porque cuando uno ama de verdad…
no busca cuerpo, busca alma.
No busca compañía, busca eternidad.
Y ese amor no se rompe.
Puede doler, puede perderse,
pero sigue vivo como una llama sagrada
en medio de la tormenta.
El amor verdadero sí existe.
Y no es perfecto.
Es real.
Tan real que te cambia,
te eleva,
y te salva.
Yo lo sé,
porque cuando pronuncio su nombre en silencio,
todo dentro de mí se calma.
Como si en ese instante…
el universo recordara quién soy
y a quién pertenezco.
Derechos de autor ©️
~Daniii