Pienso, luego sangro. Porque en cada idea que nace muere una certeza. Porque dudar no es flaqueza, es la herida abierta de la conciencia.
No soy yo, del todo. Soy la sombra de un yo que ya dudó. Soy el eco de un niño que preguntó si el alma pesa, si la verdad envejece, si el amor es libre o dueño de lo que besa.
No hay respuesta firme. Solo pasos sobre un suelo que se inventa. Y mientras camino, me desarmo. No en pedazos, sino en preguntas que nadie nombra.
Porque el sabio no lo es por saber, sino por no escapar del dolor de pensar. Porque mirar al abismo, y seguir caminando, es también una forma de amar.